28/7/12

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De los tres mejores prosistas vivos en español. A uno de ellos sólo lo tolero (y lo siento, claro, por mí) cuando se da unas vacaciones. Tiene el buen comer planiano, que cristaliza en un fraseo sensitivo, muy fino. Yo lo ponía a pasear por el mundo, a ver, a comer, lo alejaba de los periódicos. Qué se contamine de vida, no de noticias.

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Las cartas entre el editor Siegfried Unseld y Thomas Bernhard. Divertido en sus neurosis, el autor. Digo neurosis por decir algo, para que se me entienda. Creo que usa la palabra Unseld en sus apuntes de las reuniones con Bernhard. En fin, algo le escocía. No todas las cartas por parte de Bernhard tienen el tono furioso que le caracteriza, ese maldecir absolutamente. Así, absolutamente. No todas; le preocupa mucho el dinero, amenaza con ponerse a trabajar y plantar la novela.
"Así pues, prescindiendo de que necesito algo para vivir, si no tengo nada tendré que ponerme a trabajar como todo el mundo. Contra eso no tengo nada, al contrario, cortar leña o algo parecido me resulta preferible desde hace [mucho] tiempo a escribir, pero entonces no podré pensar en continuar la novela en que trabajo, etcétera. ¿Cómo se imagina que vive una persona con un estómago? Sencillamente, llenándolo."
Unseld es todo paciencia. Lo cuida, cede siempre en casi todo. Lo mima como haría una madre. Imagino su cara al recibir esos truenos.
"La representación de Munich no tenía siquiera el nivel de una función de bachillerato y, si no hubiera sido ante un público engañado y por cierto asquerosamente engañado, yo habría subido al escenario y habría matado con mis propias manos a aquellos lémures abyectos de actores megalómanos, no sin antes haber dado un par de bofetadas mortales al así llamado director."

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